27 Febrero 2014
Traducción: Christine Lewis Carroll
La ola neoliberal de privatización del agua se ha frenado gracias a la resistencia popular, pero los y las activistas advierten que las corporaciones encuentran nuevas vías para impulsar su control comercial.
No es frecuente que los movimientos sociales que se enfrentan a poderosos intereses corporativos tengan motivo de celebración. Pero los y las activistas que reclaman justicia en torno al agua que participaron en la reunión celebrada en Barcelona en noviembre de 2013 sobre la recuperación de las redes públicas de agua tenían buenas razones para aclamar los progresos, al tiempo que se anticipan los nuevos desafíos.
En los años 90 y a principios del siglo XXI, la ola de privatización del agua parecía imparable cuando las corporaciones adquirían servicios municipales de agua desde Bolivia hasta Estados Unidos. Gigantes corporativos como Suez y Nestlé se envalentonaron porque uno de los últimos bienes comunes del mundo podría encontrarse en breve bajo control corporativo. Pero su confianza no tenía fundamento.
Frente a la inesperada resistencia de muchas ciudades e incapaces de negar las creciente pruebas que desenmascaran el fracaso de las corporaciones para cumplir sus promesas, los mismos gigantes corporativos han retrocedido en los últimos años hasta hablar de soluciones público-privadas ‘pragmáticas’.